Escrito por el superior de los Heraldos en Miami para "La Voz Catolica"
Podemos imaginar el cariño y afecto enormes de parte de los apóstoles y discípulos hacia Nuestro Señor, el cual fue creciendo a lo largo de los tres años de su vida pública, hasta llegar a un auge el día de su ascensión, ya con cuerpo glorioso: No convivirían mas con esa mirada profunda y serena; esa voz dulce y grave que enseñaba doctrinas luminosas, expulsaba demonios y perdonaba los pecados; esas manos que curaban; en fin, ese porte majestuoso de Dios hecho hombre; ¡Que vacío tan grande sentirían en sus corazones!
Pero Él es tan bondadoso, que en la previsión de este trance dejó como consuelo su mayor tesoro –y quizá el único que poseía- a su Santísima Madre, desde lo alto de la cruz: “Madre, he aquí tu hijo, hijo, he aquí tu madre”. En el momento que el cuerpo glorioso del Salvador se perdió entre las nubes, todas las miradas se posaron sobre la Virgen y en torno de ella perseveraron en la oración hasta el día de Pentecostés y se aglutinaron bajo su mirada materna... hasta el día de su gloriosa asunción a los cielos.
¿Y ahora? ¿Sobre quién se posarían las miradas? ¿Quién los conservaría en la unidad, los alentaría en la dificultad, los aconsejaría en la incertidumbre y les enseñaría con certeza la verdad? Evidentemente que fue sobre Pedro, sobre el cual El Señor construyó su Iglesia: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en la tierra será atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos”(Mt.16, 17-19).
En su primer mensaje como Papa, S.S. Benedicto XVI dijo: “El Señor ha querido que sea su vicario, ha querido que sea la “piedra” en la que todos puedan apoyarse con seguridad”. Y este es uno de los puntos fundamentales de la Iglesia, a veces poco entendido en este mundo sometido a la “dictadura del relativismo”. La Constitución Dogmática “Lumen Gentium” del Concilio Vaticano II es muy clara al respecto: “Esta infalibilidad compete al Romano Pontífice, Cabeza del Colegio episcopal, en razón de su oficio, cuando proclama como definitiva la doctrina de fe ó de costumbres en su calidad de supremo pastor y maestro de todos los fieles a quienes ha de confirmar en la fe (Lc. 22-32)......bajo la asistencia del Espíritu Santo prometida a él en San Pedro, y así (sus definiciones) no necesitan de ninguna aprobación de otros ni admiten tampoco la apelación a ningún otro tribunal..... en calidad de maestro supremo de la Iglesia Universal, en quien singularmente reside el carisma de la infalibilidad de la Iglesia misma”(n. 25).
Por esto la fiesta de la Cátedra de Pedro que se celebra el 22 de Febrero tiene mucho significado para los católicos, porque el Papado es una de las tres devociones pilares y distintivas de nuestra espiritualidad, formando una cadena que nos une a Dios: El Papa como cabeza visible de la Jerarquía Católica, la cual, por medio de María, nos conduce a Jesús realmente presente en la Eucaristía. Pero, recordemos que la resistencia de una cadena se mide por la fuerza del eslabón más débil, el cual es, en este caso, el Papa. Debemos pues, manifestar toda nuestra veneración, obediencia, sumisión, apoyo y entusiasmo al “Dulce Cristo en la tierra”.
Los romanos celebraban en este día sus difuntos, en cuya tumba ponían una Cáthedra, ó silla para éste sentarse. Para la Iglesia pasó a significar la sede desde la cual el obispo ejerce su magisterio como sucesor de los apóstoles ( de ahí la palabra catedral); teniendo particular realce la Cátedra de Pedro y quien le sucede, no solo obispo de Roma, sino guía y pastor de la Iglesia Universal.
Qué alivio para la humanidad falible por causa del pecado, poder contar con una autoridad infalible en materias atinentes a la salvación, poniendo en orden los criterios morales de la humanidad; sería como el sol que sirve de referencia segura para regular la hora internacional y todos los relojes del mundo con ésta, la cual todos aceptan para evitar el caos.
Para los Heraldos del Evangelio es ésta una fiesta aún más especial, pues fue en este día del 2001 cuando recibimos la aprobación pontificia de manos del Siervo de Dios Juan Pablo II y se nos concedió indulgencia plenaria en su conmemoración.
Termino con algunas palabras de San Bernardo al Papa Eugenio: ¿”Quién sois vos? Sois el gran sacerdote, el Sumo Pontífice; sois el príncipe de los obispos, el heredero de los apóstoles. Sois el hombre a quien se entregaron las llaves y se confiaron las ovejas. Y no solo cuidáis de las ovejas, sino de todos sus pastores, siendo vos el solo y único mayoral.. Considerad, por fin, que habéis de ser dechados de justicia, espejo de santidad y ejemplar de piedad; depositario de la verdad, defensor de la fe, doctor de los pueblos, guía de los cristianos, amigo el Esposo y padrino de la Esposa; norma del clero, pastor de las naciones, maestro de los ignorantes, refugio de los oprimidos, abogado de los miserables, esperanza de los desvalidos, tutor de los huérfanos, defensor de las viudas, sostén de los ancianos, ojos de los ciegos y lengua de los mudos; vengador de las injurias, terror de los malvados, gloria de los buenos, vara para los poderosos, yunque para los tiranos, padre de los reyes, legislador e los cánones, sal de la tierra, luz del mundo, sacerdote del Altísimo, Vicario de Cristo, ungido del Señor”.
¡Viva el Papa!
Teléfono de los Heraldos: 305 238 2435. www.heralds.us
Wednesday, March 18, 2009
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